jueves, 19 de febrero de 2015

Un amor en la niebla



Había en sus ojos
esa niebla de las tardes tormentosas.
Una niebla
que me recordaba
la mirada que tenía
cuando a cierta hora de la tarde
me invitaba
a ser felices en una playa escondida.
Se dejaba amar
como si fuera ella una isla
y yo el mar embravecido
que sin cesar la tomaba y la dejaba.
Era un amor
atormentado por la pasión
que parecía
que nunca fuera a terminar.
Desnuda ella era la tierra florecida.
En ella todo era
suave y firme, dulce y fortuito.
Era su vida sólo suya
como cada uno de los secretos
que jamás me confesó.
Pero en su piel yo adivinaba
otros mundos, otros hombres,
tantos sueños...
Yo la quise a mi manera,
como un hombre
que ha de partir, como lo que soy,
un soñador
sin esperanzas y sin destino.
A veces despierto
envuelto en la luz 
del verano
y siento en la piel
que su olvido se quiebra 
y que aún nos recordamos en la niebla 
atormentada de la soledad.

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