Ante
mis ojos el horizonte azul,
la
ancha y larga playa
cubierta
de guijarros
y
de los últimos rayos del sol,
a
lo lejos el verde seco de los montes,
y
detrás el sonido de la ciudad.
Y
en medio del verano
te
volteas a mirarme
desde
esa interminable distancia
y
me enciendes mil fuegos
en
la imaginación.
Una
mirada
que
ya no se desprende de mí,
que
en su cielo
tiene
estrellas que aún me quieren,
que
dice que todavía
en
las noches antes de cerrar
los
ojos
susurras
mi nombre
para
que yo a lo lejos
en
medio de la soledad
te
oiga y escuche al viento de la noche
cantando
el recuerdo eterno
de
tu mirada.
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